Todavía recuerdo la primera vez que la vi. Deambulaba atónito por una de esas dichosas ferias en las que las marcas de motos exponen «sus mejores galas» y permiten que el resto de mortales las vean, toquen e incluso se suban, a merced de las peores argucias de sus mejores comerciales.
Recuerdo la conversación que mantenía con mi señora en ese momento, mientras entre pocas o seguramente inexistentes señas de aprobación, reinterpretaba de entre sus muecas una dudosa aprobación ante la posibilidad de comprarme una nueva moto….
A pesar de que posiblemente se tratase de la peor excusa de todas las que he podido inventar, me fui de allí con la certeza de que algún día sería mía.
Pasó el tiempo y mira tu por donde volvimos a coincidir… Esta vez fue a través del papel cuche, en una de esas revistas que ostentan los primeros puestos del ranquin de las «más mejores», compartiendo el mismo contenido, las mismas fotos e incluso porque no decirlo, las mismas notas de prensa…
Pero volvamos al tema;
Ahí estaba, la verdad que el fotógrafo se había ganado el pan y la «estampa» que presentaba parecía otra cosa. Por algún motivo la recordaba algo enclenque y ¡caramba!, en aquella foto parecía una auténtica trail de las caras, con sus ruedas mixtas, sus cajas cuadradas, sus defensas, en definitiva, con todo el aparataje que acostumbran a presentar las archiconocidas BMW GS en una de esas fotos del fin del mundo donde parece que solo pueden llegar ellas.
Esta vez me lo quedé para mí, lo “rumié” muy despacio y en silencio, con la certeza de que no era el mejor momento para comprármela…
Pero fue un domingo cualquiera sentado en el garaje con mi padre, cuando con una cerveza en la mano se masticó la tragedia.
Sumaban ya 10 años los que llevábamos pensando en deshacernos de una de nuestras motos por motivos que ahora no merece la pena recordar. El caso es que estando allí sentados, coincidimos en que había llegado el momento «del cambio» para hacernos con una nueva moto, que cubriese de verdad las necesidades en cuanto a «no sabría decir que utilidad”,
Y en un abrir y cerrar de ojos, habíamos llegado a la tarde del lunes y nos habíamos personificado en la tienda de Royal Enfield Madrid a pedir una prueba de la dichosa moto. Ahora si parecía que la cosa se aceleraba…
Desde luego todo fueron facilidades por parte del comercial, que si te dejo un casco, que si llevaroosla el tiempo que queráis, que si esto, que si aquello, que si “la abuela fuma», total que mientras todo esto pasaba, en mi cabeza solo rondaba la idea de no haber dicho nada en concreto en casa respecto a las intenciones de mi progenitor y desde luego, las mías.
No digo que fuese una experiencia religiosa (¡un saludo Quique!) pero lo que sí puedo asegurar, es que fue un antes y un después en cuanto a mi predisposición ante la toma de decisiones y cómo las había encarado hasta el momento.
No sabría decir qué fue, pero apostaría que la sensación de haberla llevado toda la vida fue lo que nos condujo a inventar la última y sin duda alguna, la más mediocre de las excusas para vender una moto para cambiarla por otra y que todavía pareciese dudosamente razonablemente en casa;
La moto cubría todas las necesidades que en principio habíamos fijado como indispensables, arranque eléctrico (nada de pedal «letal»), comodidad y espacio «real» para dos personas, potencia suficiente para gobernar cualquier tipo de cuesta/pista, altura suficiente para atravesar pequeños charcos pero sin poner en riesgo la llegada al suelo, neumático mixto, capacidad de carga y un largo etc que terminó por concretarse en una autonomía que ponía en jaque a la sencilla tarea de superar los consumos de una 125 de 2T con 10 años y su correspondiente depósito para el aceite de mezcla… ahí es nada.
Antes de llegar a casa ya habíamos echado cuentas y gestionada la entrega de la supermotard para el día siguiente.
La espera, como todas, se hizo larga. Los retrasos en la entrega del vehículo amparados en mejores excusas que las que yo había conseguido dar para comprarla, parecían apilarse en un fuego cruzado de correos con el comercial y porcentajes de responsabilidad repartidos por todo el elenco del funcionariado perteneciente a la jefatura de tráfico…
Parafraseando a un conductor de metro que conozco, «lo bueno se hizo esperar” y con las mismas la Himalayan se presentó en nuestro garaje, tensionando aún más si cabe, la relaciones colaterales ya difíciles de por sí con mi vecino de plaza, sobre los inexplicables espacios comunes que distan en el umbral de las rayas blancas del garaje.
¿Qué contaros de la Royal Enfield Himalayan que no podáis ver por internet?
Pues que es indudable que no es la mejor moto que he tenido, pero del mismo modo tampoco ha sido la más cara, superando tímidamente los 4200 euros con su matricula y todo. Si a esto le sumamos que Royal Enfield ha sido capaz de crear una moto que pese a su baja potencia (24,5 cv) no tiene nada que envidiar en cuanto a prestaciones en pista a otras “estupendas” del mercado de cilindrada media, tenemos la combinación perfecta para hacer una moto de verdad con la que poder viajar lejos y perdurar en el tiempo;
En carretera es otro cantar, pues no se puede decir que se encuentre cómoda más allá de los 110km/h aunque si gestiona mucho mejor que otras, las carreteras reviradas de curva lenta de alta montaña.
Si estás pensando en una moto para correr ya puedes olvidarte, pero si estás buscando una moto que pueda hacer las veces de “moto escuela” no solo en carretera sino también en pista, deberías contar con su semblante tosco de carácter retro desde ya mismo, dentro de tu lista de motos disponibles para el A2.
En cuanto a consumos y como cabría esperar, se encuentra en una media muy contenida ofreciendo una autonomía que supera con facilidad los 300km con un solo depósito (dato comprobado).
Si nos ponemos tontos con su sistema de freno nos lo va poner difícil, por que la Himalayan cuenta con discos de freno ventilados tanto delante como detras, conjugados con pinzas de la marca ByBree, (segunda marca de Brembo).
Su comportamiento en cuanto a suspensiones se debate entre un monoamortiguador trasero de perfectísima gestión incluso con dos pasajeros, y una orquilla convencional delantera que se ve muy cumplimentada con la perfecta tracción de los neumáticos mixtos montados de serie que sin duda alguna, son el colofón en cuanto a “exitos” conseguidos en su montaje de serie.
Su motor es el primer “motor moderno” que presenta Royal manteniendo su característico ruido y empuje monocilindrico, pero omitiendo con dignidad y maestría esas pesadas vibraciones que persiguen a la firma desde su nacimiento y que tantos antebrazos han conseguido dejar dormidos en sus motores clásicos.
La posición de conducción es otro factor a su favor, pues esta vez la marca no ha sacrificado un céntimo en el estudio ergonómico y ha logrado negociar, una perfecta relación de distancias a todos los mandos sin forzar en ningún momento la curvatura natural de la espalda del piloto incluso de pie sobre los estribos.
Por último y no por ello menos importante, lo que más “chirria” de cara al comprador medio es su apocalíptico aspecto. Cuenta con una figura y unas formas tan personales, que pone en duda las claras diferencias entre el diseño retro y el mal gusto para muchos. Aún así y porque no decirlo, a mi me entró por los ojos desde el primer momento y es gracias a ese aspecto desenfadado que se confunde entre la falta de recursos y la más abosoluta austeridad, por lo que esta “nueva tipa” ha triunfado dentro de la moda de lo retro, scrambler y lo café, encabeza la lista de camperas llegadas de otro mundo.
Sin duda alguna recomendaría a nivel personal a esta “campera” de medio pelo, siempre y cuando quedase claro lo que esta trail puede ofrecer y aprendiendo a encontrar en sus limitaciones, las bondades que perderíamos en otras si nos moviésemos en horquillas económicas superiores.
Por todo esto y mucho más que me he guardado, agradecer a Royal el haberme acercado a la aventura a través de su Himalayan por muy poco dinero y terminar este texto maldito tal y como decía uno que yo me se: “No hay que entenderla, solo hay que quererla” y así es como debemos aprender a «mirar» a esta pequeña venida de la india;
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